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Mostrando las entradas etiquetadas como cuentos

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¿Por qué gritamos?

Un día preguntó un sabio a sus amigos lo siguiente: ¿Por qué la gente se grita cuando están enojados? Los hombres pensaron unos momentos: Porque perdemos la calma – dijo uno – por eso gritamos. – Pero ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado?, preguntó el sabio. ¿No es posible hablarle en voz baja? ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado? ¿Por qué gritamos? Los hombres dieron algunas otras respuestas pero ninguna de ellas satisfacía al sabio. Finalmente él explicó: Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar, para poder escucharse. Mientras más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno a otro a través de esa gran distancia. Luego el sabio preguntó:- ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente, ¿por qué? Sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña. El sabio c

El verdadero jefe

Cuando el cuerpo humano se estaba formando, todos los órganos se reunieron para ver quién sería el jefe del cuerpo.  El cerebro dijo que él debía ser el jefe, pues sin él el cuerpo en su conjunto se paralizaría.  El corazón dijo que el jefe debía ser él, pues si dejaba de funcionar, no enviaría sangre al cerebro, y por tanto, el cuerpo moriría. Hablaron también los riñones, el páncreas e incluso los órganos genitales que querían ser los jefes pues sin ellos no habría recreación. El verdadero jefe  Pero entonces, los excrementos, muy cabreados dijeron que ellos querían ser los jefes. El corazón y el cerebro se partieron de risa y comenzaron a burlarse de ellos, diciendo que los excrementos ni siquiera son un órgano vital.  "Vale, os vais a enterar. Os aseguro que en menos de 15 días, nos pediréis que seamos los jefes", dijeron muy serios los excrementos. Entonces se formó el cuerpo humano pero con los excrementos en huelga de salida. A los 5 días, los excr

El perrito y 1000 perritos mas que le seguían

Hace tiempo, en un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada. Cierto día, un perrito buscando refugio del sol, logró meterse por un agujero de una de las puertas de dicha casa. El perrito subió lentamente las viejas escaleras de madera. Al terminar de subirlas se topó con una puerta medio abierta; lentamente se adentró en el cuarto. Para su sorpresa, se dio cuenta que dentro de ese cuarto habían 1000 perritos más, observándolo tan fijamente como él los observaba a ellos. El perrito comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco. Los 1000 perritos hicieron lo mismo. El perrrito y 1000 perritos mas que le seguían Posteriormente sonrió y le ladró alegremente a uno de ellos. El perrito se quedó sorprendido al ver que los 1000 perritos también le sonreían y ladraban alegremente con él. Cuando el perrito salió del cuarto se quedó pensando para sí mismo: “¡Qué lugar tan agradable… voy a venir más seguido a visitarlo!” Tiempo después, otr

Avivar la llama interior

Cuentan que un rey muy rico de la India, tenía fama de ser indiferente a las riquezas materiales y hombre de profunda religiosidad, cosa un tanto inusual para un personaje de su categoría. Ante esta situación y movido por la curiosidad, un súbdito quiso averiguar el secreto del soberano para no dejarse deslumbrar por el oro, las joyas y los lujos excesivos que caracterizaban a la nobleza de su tiempo. Avivar la llama interior  Inmediatamente después de los saludos que la etiqueta y cortesía exigen, el hombre preguntó: - Majestad, ¿Cuál es su secreto para cultivar la vida espiritual en medio de tanta riqueza? El rey le dijo: - “Te lo revelaré, si recorres mi palacio para comprender la magnitud de mi riqueza. Pero lleva una vela encendida. Si se apaga, te decapitaré”. Al término del paseo, el rey le preguntó: - “¿Qué piensas de mis riquezas?” La persona respondió: - “No vi nada. Sólo me preocupé de que la llama no se apagara”. El rey le dijo: -

La naturaleza de la mente

Se trataba de un hombre que llevaba muchas horas viajando a pie y estaba realmente cansado y sudoroso bajo el implacable sol de la India. Extenuado y sin poder dar un paso más, se echó a descansar bajo un frondoso árbol. El suelo estaba duro y el hombre pensó en lo agradable que sería disponer de una cama. La naturaleza de la mente Resulta que aquél era un árbol celestial de los que conceden los deseos de los pensamientos de la mente y los hacen realidad. Así es que al punto apareció una confortable cama. El hombre se echó sobre ella y estaba disfrutando en el mullido lecho cuando pensó en lo placentero que resultaría que una joven le diera masaje en sus fatigadas piernas. Al momento apareció una bellísima joven que comenzó a procurarle un delicioso masaje. Bien descansado, sintió hambre y pensó en qué grato sería poder degustar una sabrosa y opípara comida. En el acto aparecieron ante él los más suculentos manjares. El hombre comió hasta saciarse y se sentía muy dichoso.

El viejo perro cazador

Hace muchos años, vivía un viejo perro de caza, cuya avanzada edad le había hecho perder gran parte de las facultades que lo adornaban en su juventud. Un día, mientras se encontraba en una jornada de caza junto a su amo, se topó con un hermoso jabalí, al que quiso atrapar para su dueño.  Poniendo en ello todo su empeño, consiguió morderle una oreja, pero como su boca ya no era la de siempre, el animal consiguió escaparse. El viejo perro cazador Al escuchar el escándalo, su amo corrió hacia el lugar, encontrando únicamente al viejo perro. Enfadado porque hubiera dejado escapar a la pieza, comenzó a regañarle muy duramente. El pobre perro, que no se merecía semejante regañina, le dijo: -Querido amo mío, no creas que he dejado escapar a ese hermoso animal por gusto. He intentado retenerlo, al igual que hacía cuando era joven, pero por mucho que lo deseemos ambos, mis facultades no volverán a ser las mismas. Así que, en lugar de enfadarte conmigo porque me he hecho vi

Vivir aprendiendo

 A los 5 años, aprendí que a los pececitos dorados no les gustaba la gelatina. A los 9, aprendí que mi profesora solo me preguntaba cuando yo no sabía la respuesta. A los 10, aprendí que era posible estar enamorado de cuatro chicas al mismo tiempo. A los 12, aprendí que, si tenia problemas en la escuela, los tenía más grandes en casa. A los 13, aprendí que, cuando mi cuarto quedaba del modo que yo quería, mi madre me mandaba a ordenarlo. A los 15, aprendí que no debía descargar mis frustraciones en mi hermano menor, porque mi padre tenía frustraciones mayores y la mano más pesada. A los 20, aprendí que los grandes problemas siempre empiezan pequeños. A los 25, aprendí que nunca debía elogiar la comida de mi madre cuando estaba comiendo algo preparado por mi mujer. A los 27, aprendí que el titulo obtenido no era la meta soñada. Ver  Aprendiendo de nuevo a vivir Vivir aprendiendo A los 28, aprendí que se puede hacer, en un instante, algo que te va a hacer doler la cabeza la v

La historia del lápiz

El niño miraba al abuelo escribir una carta. En un momento dado, le preguntó: –¿Estás escribiendo una historia que nos pasó a los dos? ¿Es, quizá, una historia sobre mí? El abuelo dejó de escribir, sonrió y dijo al nieto: –Estoy escribiendo sobre ti, es cierto. Sin embargo, más importante que las palabras es el lápiz que estoy usando. Me gustaría que tú fueses como él cuando crezcas. El niño miró el lápiz, intrigado, y no vio nada de especial. La historia del lápiz –¡Pero si es igual a todos los lápices que he visto en mi vida! –Todo depende del modo en que mires las cosas. Hay en él cinco cualidades que, si consigues mantenerlas, harán de ti una persona por siempre en paz con el mundo. Primera cualidad : puedes hacer grandes cosas, pero no olvides nunca que existe una mano que guía tus pasos. A esta mano nosotros la llamamos Dios, y Él siempre te conducirá en dirección a su voluntad. Segunda: de vez en cuando necesito dejar de escribir y usar el

Cuando su empleado se enferme, déle el día libre

Kung Chang llamó a su jefe y le dijo: - ‘Jefe, hoy yo no tlabajal, yo estal enfelmo. Duele cabeza, duele panza, duele pielna, no voy tlabajo’. El Jefe le responde: Cuando su empleado se enferme, déle el día libre -‘Kung Chang, realmente hoy te necesito en el trabajo. Cuando me siento así de mal, le pido a mi esposa que tengamos sexo. Eso me hace sentir  mucho mejor y puedo ir a trabajar. Deberías probar, te hará muy bien’. Dos horas después, Kung Chang vuelve a llamar a su Jefe y le dice: -‘¡Jefe, no sabel qué decil! Glacias pol consejo, ya sentilme mucho mejol, enseguida yo il tlabajo. Felicito mucho, muy linda su casa, muy glande su cualto y muy buena su esposa’. Moraleja administrativa : Sea claro y explícito al dar instrucciones a sus colaboradores.

El necio que cargaba piedras

El maestro narró a sus discípulos el siguiente relato:  un hombre que iba por el camino tropezó con una gran piedra. La recogió y la llevó consigo. Poco después tropezó con otra, igualmente la cargó. Todas las piedras con que iba tropezando las cargaba, hasta que aquel peso se volvió tan grande que el hombre ya no pudo caminar. El necio que cargaba piedras ¿Qué piensan ustedes de ese hombre? Preguntó el maestro – Que es un necio -respondió uno de los discípulos- ¿Para qué cargaba las piedras con que tropezaba? Dijo el maestro: – Eso es lo que hacen aquellos que cargan las ofensas que otros les han hecho, los agravios sufridos, y aun la amargura de las propias equivocaciones. Todo eso lo debemos dejar atrás, y no cargar las pesadas piedras del rencor contra los demás o contra nosotros mismos. Si hacemos a un lado esa inútil carga, si no la llevamos con nosotros, nuestro camino será más ligero y nuestro paso más seguro. Así dijo el Maestro, y los discípulos se hiciero

El cielo y el infierno

En un reino lejano de Oriente se encontraban dos amigos que tenían la curiosidad y el deseo de saber sobre el Bien y el Mal. Un día se acercaron a la cabaña del sabio Lang para hacerle algunas preguntas. El cielo y el infierno Una vez dentro le preguntaron: -Anciano díganos: ¿Qué diferencia hay entre el cielo y el infierno? El sabio contestó: -Veo una montaña de arroz recién cocinado, todavía sale humo. Alrededor hay muchos hombres y mujeres con mucha hambre. Los palos que utilizan para comer son más largos que sus brazos. Por eso cuando cogen el arroz no pueden hacerlo llegar a sus bocas. La ansiedad y la frustración cada vez van a más. Más tarde, el sabio proseguía: -Veo también otra montaña de arroz recién cocinado, todavía sale humo. Alrededor hay muchas personas alegres que sonríen con satisfacción. Sus palos son también más largos que sus brazos. Aun así, han decidido darse de comer unos a otros. El Arte de la Estrategia

El zorro y las gallinas

Había una vez un zorro que estaba obsesionado con los huevos de las gallinas, era su plato favorito. Siempre andaba rondando por los gallineros en busca de su apreciado botín, en especial en uno. En este gallinero, las gallinas indefensas veían como cada noche el zorro se llevaba sus huevos, y si no lo dejaban hacerlo, éste las había amenazado con que se llevaría a ellas para comérselas. En esta granja, el dueño veía que su número de gallinas crecía muy lentamente y que casi no ponían huevos. Esto no le servía y pensó en vender a todas sus gallinas. Estas al enterarse de las intenciones del granjero decidieron trazar un plan. Esa misma noche cuando el zorro vino a visitarlas, le ofrecieron todos los huevos que quisiese con tal que no se llevase a los que estaban empollando. Al zorro le pareció una buena oferta y durante esa noche se llevó todos los huevos. El zorro y las gallinas Al día siguiente el granjero fue al gallinero en busca de huevos y se encontró con que

El problema de la trampa de ratones

Un ratón, observaba a un granjero y a su esposa abriendo un paquete. Sintió curiosidad por lo que podría contener. Pero… ¡Quedó aterrorizado cuando descubrió que era una trampa para cazar ratones! Fue corriendo al patio de la granja a advertir a todos: ¡Hay una ratonera en la casa, una ratonera en la casa! La gallina, que estaba cacareando, levantó la cabeza y dijo: discúlpeme Sr. Ratón…Yo entiendo que es un gran problema para usted, pero a mí no me perjudica en nada, no me preocupa. El ratón se acercó al cordero: ¡Hay una ratonera en la casa, una ratonera! El problema de la trampa de ratones El cordero respondió: discúlpeme Sr. Ratón, no hay nada que yo pueda hacer, solamente pedir por usted. Quédese tranquilo, será recordado en mis oraciones. El ratón se dirigió entonces a la vaca, pero esta le contestó: ¿Acaso estoy en peligro? Estoy segura que no. Entonces el ratón volvió a casa, preocupado y abatido. Aquella noche se oyó un gran escándalo, mucho movimie

Los dos jorobados

En un pueblo vivían dos jorobados a los que todo el mundo conocía. Uno de ellos, de temperamento animoso, gustaba mucho de salir, en las noches del verano, a tomar el fresco en las eras porque podía estar solo y a salvo de las burlas ocasionales y pensando en sus cosas. Allí se entretenía el hombre con sus pensamientos sin que nadie le molestara. Los dos jorobados Una noche de ésas se fue a las eras, como de costumbre, y allí estaba tumbado viendo pasar las horas. Le dieron las diez de la noche, y le dieron las once... y él, nada, tan tranquilo y tan a gusto. Y de pronto se le ocurrió, viendo que se acercaban las doce, que es la hora de las brujas, que bien podía quedarse un rato más y ver si era verdad eso de que a las doce se reunían todas ellas a celebrar sus ceremonias. Y entre que sí y que no, y entre la curiosidad y el repeluco, pasó el tiempo y dieron las doce. Y no hicieron más que dar las doce cuando empezó a ver cosas extrañas y a escuchar música aún má

Las dos pesadillas

Las dos pesadillas que un hijo le cuenta a su padre y las moralejas que de ellas se desprende. —Buenos días, papá. —¿Has dormido bien, hijo mío? —Sí, pero tuve dos sueños extraordinarios. He aquí el primero: un perrillo hacía dar vueltas a una rueda en la herrería. La rueda, al voltear, movía un fuelle que servía para avivar el fuego de la fragua. El herrero ponía sobre el hogar largas tiras de hierro que retiraba cuando ya estaban enrojecidas, machacando sobre ellas con el martillo para hacer los clavos. De tiempo en tiempo, cuando el perro se fatigaba y la rueda comenzaba a voltear más lentamente, el herrero, enojado, hería al perro con alguno de aquellos fierros candentes. Entonces la pobre bestia se lanzaba sobre la rueda y la hacía girar con precipitación. Pero después de mucho trabajar con la rueda, el perro, debilitado ya, se detuvo de pronto y no quiso moverla más. Entonces el herrero, sin compasión alguna, descuelga un látigo que hay sobre la pared, y se pone a

El sembrador de dátiles

En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras. Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio a Eliahu transpirando, mientras parecía cavar en la arena. - ¿Qué tal anciano? La paz sea contigo. - Contigo -contestó Eliahu sin dejar su tarea. -¿Qué haces aquí, con esta temperatura, y esa pala en las manos? -Siembro -contestó el viejo. -¿Qué siembras aquí, Eliahu? -Dátiles -respondió Eliahu mientras señalaba a su alrededor el palmar. -¡Dátiles!! -repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez. El sembrador de dátiles -El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de licor. - No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos… - Dime, amigo: ¿cuántos años tienes? - No sé… sesenta, setent

Come la fruta

El maestro sufí contaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero los alumnos no siempre entendían el sentido de la misma. - Maestro – lo encaró uno de ellos una tarde. Tú nos cuentas los cuentos pero no nos explicas su significado. – Pido perdón por eso. – se disculpó el maestro – Permíteme que en señal de reparación te convide con un rico durazno. – Gracias maestro. – respondió halagado el discípulo. – Quisiera, para agasajarte, pelarte tu durazno yo mismo. ¿Me permites? Come la fruta – Si. Muchas gracias – dijo el alumno. – ¿Te gustaría que, ya que tengo en mi mano el cuchillo, te lo corte en trozos para que te sea más cómodo?… – Me encantaría… Pero no quisiera abusar de tu hospitalidad, maestro… – No es un abuso si yo te lo ofrezco. Solo deseo complacerte… Permíteme también que te lo mastique antes de dártelo… – No maestro. ¡No me gustaría que hicieras eso! – se quejó sorprendido el discípulo. El maestro hizo una pausa y dijo:

El oro y las ratas

Había una vez un rico mercader que, a punto de hacer un largo viaje, tomó sus precauciones. Antes de partir quiso asegurarse de que su fortuna en lingotes de oro estaría a buen recaudo y se la confió a quien creía un buen amigo. Pasó el tiempo, el viajero volvió y lo primero que hizo fue ir a recuperar su fortuna. Pero le esperaba una gran sorpresa. -¡Malas noticias! -anunció el amigo-. Guardé tus lingotes en un cofre bajo siete llaves sin saber que en mi casa había ratas. ¿Te imaginas lo que pasó? El oro y las ratas -No lo imagino -repuso el mercader. -Las ratas agujerearon el cofre y se comieron el oro. ¡Esos animales son capaces de devorarlo todo! -¡Qué desgracia! -se lamentó el mercader-. Estoy completamente arruinado, pero no te sientas culpable, ¡todo ha sido por causa de esa plaga! Sin demostrar sospecha alguna, antes de marcharse invitó al amigo a comer en su casa al día siguiente. Pero, después de despedirse, visitó el establo y, sin que lo viera

Hay regalos que no te convienen recibir

Era un profesor comprometido y estricto, conocido también por sus alumnos como un hombre justo y comprensivo. Al terminar la clase, ese día de verano, mientras el maestro organizaba unos documentos encima de su escritorio, se le acercó uno de sus alumnos y en forma desafiante le dijo: -Profesor, lo que me alegra de haber terminado la clase es que no tendré que escuchar más sus tonterías y podré descansar de verle esa cara aburridora. El alumno estaba erguido, con semblante arrogante, en espera de que el maestro reaccionara ofendido y descontrolado. El profesor miró al alumno por un instante y en forma muy tranquila le preguntó: -¿Cuándo alguien te ofrece algo que no quieres, lo recibes? Hay regalos que no te convienen recibir El alumno quedó desconcertado por la calidez de la sorpresiva pregunta. -Por supuesto que no. Contestó de nuevo en tono despectivo el muchacho. -Bueno, prosiguió el profesor, cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo desagradab

El puente

Había una vez dos hermanos, Tomás y Javier. Vivían uno al frente del otro en dos casas de una hermosa campiña. Por problemas pequeños, que al acumularse sin resolverse se fueron haciendo grandes con el tiempo, los hermanos dejaron de hablarse. Incluso evitaban cruzarse en el camino. El puente Cierto día llegó a la casa de Tomás un carpintero y le preguntó si tendría trabajo para él. Tomás le contestó: -¿Ve usted esa madera que está cerca de aquel riachuelo? Pues la he cortado ayer. Mi hermano Javier vive en frente y, a causa de nuestra enemistad, desvió ese arroyo para separarnos definitivamente. Así que yo no quiero ver más su casa. Le dejo el encargo de hacerme una cerca muy alta que me evite la vista de la casa de mi hermano. Tomás se fue al pueblo y no regresó sino hasta bien entrada la noche. Cuál no sería su sorpresa al llegar a su casa, cuando, en vez de una cerca, encontró que el carpintero había construído un hermoso puente que unía las dos partes de la